Estar dos días tirado en un aeropuerto no es plato de buen gusto, pero pasar ese calvario en silla de ruedas pese a tener billete y avión dispuestos, es insufrible. Le ocurrió a Anxela López, una compostelana que viajó a Ámsterdam y vivió una odisea por su condición de discapacitada. En su desplazamiento le ha tenido que acompañar, forzosamente, una asistenta. Sus desgracias sucedieron a la vuelta, porque la ida en Vueling fue tranquila, salvo algunos deterioros en su silla.

El día 8 se decidió a emprender el regreso. Y llegó al aeropuerto holandés con la persona que le asiste. Primera sorpresa: Vueling le deniega el embarque por sobrepeso de la silla, que ha de ser desmontada. Ambas pierden el vuelo. Anxela se presenta en facturación y explica su problema. La silla, además de legal, es muy delicada y compleja, no puede ser desmontada. Posee un enchufe que la conecta con una batería y que podrá ser desconectado al subir al avión.

No hay problema, le dicen, puede tomar el vuelo de la mañana siguiente. Pero cuando accede a la aeronave de Vueling una persona le deniega de nuevo el embarque ya abonado. O la silla de ruedas se desmonta y va a la bodega o no hay vuelo. «Cambiaron de criterio a última hora», lamenta Anxela, quien vio consternada e impotente como el alado aparato enfilaba el cielo. El capitán de la nave observó su grave aprieto y su discapacidad «pero mirou para outro lado».

Perdió el vuelo, los billetes de ella y de su acompañante, y se aprestó a buscar una salida desesperada tras pernoctar en un hotel «que me saíu moi caro». Con el cansancio mellando su resistencia, no era plan dormir más noches en el aeropuerto. Encontró la solución en la compañía aérea holandesa Transavia, que las dejaría en Barcelona a ella y a su acompañante, y en la ciudad condal tendrían que coger un tren hasta Santiago. No había vuelos directos a Lavacolla y Vueling no las aceptaba.

Un «atropello»

«A nova compañía foi comprensiva, e non puxo a menor pega. Para nada tíñamos que tocar a silla. Mesmo saíu o capitán, deunos a man e mostrou a súa preocupación polo que nos pasaba», dice Anxela. Pero, claro, solo podía llevarlas hasta Barcelona. El día 13, al fin, llegó a casa y puso una reclamación en los mostradores de Vueling en Santiago.

La broma del regreso, aparte del sufrimiento padecido, le salió en mil euros. Y menos mal que en Barcelona le pidió a un amigo que le permitiese dormir en su casa. Su familia, que ya estaba preparada para ir a Ámsterdam a recogerla, no tuvo al final que desplazarse.

«Foi un atropelo aos dereitos humanos», dice esta compostelana, quien lamenta que en el aeropuerto de Ámsterdam «non me axudou ninguén».

La aerolínea Vueling indicó ayer que no ha podido recabar por el momento los datos precisos del caso denunciado por Anxela López, aunque sí se ofreció a dar una explicación lo que haya podido haber sucedido.

Los derechos del pasajero

Todo o casi todo está reglamentado en lo que se refiere a los derechos de los usuarios de aerolíneas, o al menos de ello hace gala la UE con una normativa especifica. Pero el principio básico para hacerlos valer es reclamar. El pasajero tiene derecho a ser informado desde el primer momento sobre las incidencias de su vuelo y junto a ello la compañía debe ofrecerle un impreso donde figuren las compensaciones y asistencia en caso de retraso en el vuelo cuando este supere las dos horas sobre el horario previsto. Comida y bebida suficientes en función del tiempo de espera, dos llamadas telefónicas y puesta a disposición de correo electrónico y hasta un hotel y transporte desde el aeropuerto si el retraso de dos horas obliga a tomar el vuelo al día siguiente, forman parte de las obligaciones de la aerolínea.

Todo ello regirá igualmente para retrasos de más tiempo, a lo que hay que sumar 250 euros de indemnización si el vuelo es inferior a 1.500 euros (todos los peninsulares), de 400 euros si no supera los 3.500 kilómetros, y de 600 para los de mayor distancia, pero solo se abonará la mitad si el retraso es mayor de tres horas pero inferior a cuatro. Las mismas cantidades están establecidas para retrasos de más de cuatro horas, pero si las indemnizaciones no llegan para cubrir los gastos originados por culpa de la demora, es posible reclamar por daños y perjuicios hasta 5.150 euros, acreditando el coste sufrido.

Además de todo lo anterior, el reglamento europeo establece que en retrasos de más de cinco horas el pasajero tendrá derecho al reembolso del billete y un vuelo al punto de partida si se encuentra en una escala.

La cancelación de vuelos lleva aparejado en su caso igualmente el derecho a recibir comida, bebida, comunicaciones, hotel y reembolso del billete en los siguientes siete días, transporte alternativo o traslado al destino en condiciones similares en otra fecha que convenga al pasajero. Si la aerolínea no ofrece alternativa de transporte alguno, deberá pagar los gastos contraídos en el desplazamiento de cada viajero.

Esos gastos deberán ser cubiertos también por la aerolínea si traslada al pasajero a otro aeropuerto distinto del contratado.

La denegación de embarque, o overbooking da derecho prácticamente a todos las compensaciones citadas y a la misma indemnización económica que en los retrasos de más de dos horas, si el pasajero se ha ofrecido voluntario para no tomar el avión con más billetes vendidos que plazas.

El deterioro o pérdida del equipaje da derecho a recibir hasta 1.300 euros si se justifica el valor de lo portado.

Fuente: La Voz de Galicia

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